Posted in Días buenos, tagged amanecer, atraer, bañera, cena, cenar, citas, compañía, destino, dormir, hombre, nevera, noche, ojos azules, pareja, perro, personas, Pongo, puerta, restaurante, rosa, simpático, soñar, solterona on 26 enero, 2012|
Leave a Comment »
Carla llegó a casa… antes de abrir la puerta ya se había quitado los zapatos. Al entrar saludó a Pingo, su perro y abrió la nevera mientras se quitaba la falda. Miró su interior durante varios segundos y finalmente la cerró sin coger nada, no es que tuviera hambre, la cena en el restaurante no había estado mal, mejor que anteayer, pero había decidido no volver allí con ninguna otra cita. Estaba cansada de ir siempre a cenar al mismo sitio, probar diferentes platos con diferentes personas y no conseguir sentirse nunca como aquella vez.
La compañía esa noche había sido agradable, el tal Pedro o Pablo, ya no se acordaba del nombre, era simpático, abogado, con una sonrisa perfecta y muy interesante, recordaba haberse reído un par de veces durante la cena, hasta le regaló una rosa. Desde el primer momento Carla se sintió a gusto y cómoda, hasta que llegó el final de la cita. Ese siempre es el momento que más teme de las citas, ese momento de despedida en el que no sabes cómo reaccionará tu cita, por suerte Pablo-Pedro se despidió educadamente con dos besos y un «ha sido una noche magnífica».
Mientras se bañaba, le vino la imagen de sus ojos, unos ojos azules que a muchas mujeres les habría atraído desde el primer momento pero, por más que no intentaba, por más que buscaba algo de ese hombre que la atrajera lo más mínimo para agarrarse a ello desesperadamente, no lo encontró. Se permitió quedarse uno minutos más en la bañera y dejó de pensar.
Conforme se secaba el pelo delante del espejo se preguntó que era lo que había mal en ella, desde bien pequeña decidió que no quería ser una solterona como su vecina y que viviría amores de todo tipo hasta casarse con el hombre con el que amanecería en su último día. La primera medida que tomó para facilitar la llegada de su destino fue comprarse un perro en vez de un gato, si el destino quería fastidiarla por lo menos no viviría rodeada de gatos. Y ahí estaba Pongo, tumbado en la puerta del baño y mirando a su dueña con cara de pena, como si supiera lo que estaba pensando su ama. Carla le acarició y fue directa al dormitorio.
Se hizo una bolita debajo del edredón y esperó a que el sueño llegara… sólo un instante antes de caer rendida sintió nostalgia de no tener a nadie a su lado en la cama, pero sólo fue un instante. Se acordó de que más de una noche como está podría haber dejado al Pedro o Pablo de turno compartir la cama con ella, pero sabía que por la mañana no querría verlo debajo de la manta… soy quería despertarse junto a un hombre, uno que no iba a conocer en un bar, un hombre que había conocido mucho tiempo atrás…
Read Full Post »