Ella era alérgica a las flores, a todas, pero siempre había soñado con vivir en una casa con jardín, se consolaba viendo las flores a través del cristal, hasta que le daba la alergia y lloraba y estornudaba.
El era jardinero y florista, cada día se enamoraba un poco más de esa jóven que siempre que se paraba en el escaparate empezaba a estornudar.
Un día salió a su encuentro con una rosa en la mano, ella le rechazó y salió corriendo.
Su amor era imposible, ella lo sabía pero el no.
Cada día salía a su encuentro con una nueva flor…. un lirio, una margarita, un tulipán, un clavel, un crisanteno… y siempre la misma reacción, ella salía corriendo. Pero al día siguiente volvía, y el veía en sus ojos que sentía lo mismo que el.
No estaba equivocado, uno de los días ella llegó con una libreta en la mano y antes de que el pudiera salir con una flor en la mano, ella empezó a pasar páginas al otro lado del cristal:
– No salgas por favor. – Me llamo Susana, nunca me da tiempo a decírtelo. – Soy alérgica a las flores por eso siempre estornudo cuando sales. – Me gustan mucho, y al menos disfruto viéndolas aquí en tu tienda, las tienes preciosas, una lástima no poder olerlas. – Tu también me gustas, por cierto, pero no podemos hablar sin que me ponga mala. – Hasta mañana. Y salió corriendo, esta vez sin estornudar.
El se pasó todo el día pensando en ella, todo el día, casi no pudo ni vender. Cada vez que miraba una flor, le entraban ganas de tirarla a la basura, pero el las amaba, eran su vida pero, a la vez le estaban alejando del que era su gran amor, de eso no tenía dudas.
….