Posted in Días malos, tagged 16 años, 18 de marzo, ayuda, buscar, calma, corto, decisiones, destino, dios, dolor, dormir, drogas, educación, embarazo, enfado, estar, justicia, karma, largo, mala, malestar, odio, oportunidades, oscuridad, pensar, persona, planes, plazo, profesional, replantear, responsable, rumbo, ser, soñar, sociedad, soledad, solor, trabajo, vida on 15 junio, 2012|
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Estoy enfadada, enfadada con el mundo, con la sociedad en la que vivo y conmigo misma, muy enfadada.
No es justo lo que estoy viviendo. He tenido una buena educación desde muy pequeña, tanto que, mis padres ateos, me llevaron a un colegio católico para que la educación fuera la adecuada, más allá de sus creencias. No he sido una niña problemática, nunca he causado disgustos a mi familia más allá de unos suspensos, no he consumido drogas, más allá del alcohol y a partir de los 16, no he robado, no me he quedado embarazada… y podría seguir enumerando actividades comunes en la juventud de ahora que yo nunca he hecho.
No he sido mala persona y siempre me han enseñado que hasta en el infierno hay que tener buena educación y así lo he hecho, hasta la persona que me ha hecho daño, ha tenido una segunda oportunidad por mi parte. Siempre he estado dispuesta a ayudar a todo el mundo, por encima de mis propios problemas y he procurado ser responsable y muy profesional en todo lo que he hecho en cada momento.
Y aún así, después de todo, no recibo más que palos… muchos que lean esto podrán decir que son muy parecidos a mi, dada la descripción de arriba pero, en este caso, el orden de los factores sí altera el producto. Y aquí, en mi ecuación, el producto que falta es una tragedia. Una tragedia que ha hecho que me replantee mucho las cosas, que mire y busque en el pasado qué es lo que he podido hacer mal para que la vida, el destino, el karma, Dios, un ser superior o como queráis llamarlo, me haya hecho pasar por esta grandísima putada que está desmoronando todo lo que siempre ha sido parte de mi fortaleza.
Desde el 18 de marzo camino sin rumbo fijo. Hago lo que tengo que hacer cada día y cuando llego a casa es solo un día más que ha pasado, no pienso en el mañana. Haga lo que haga a lo largo del día, lo pase bien o mal, duerma bien o mal, salga con amigos o me quede en casa, cuando llego a casa y me acuest,o esa angustia que durante el día ha estado escondida vuelve, y ni la soledad de la oscuridad consigue calmarme. Porque pienso continuamente en lo que he hecho mal para haber llegado a esa situación. Una mentira en un momento dado, una mala respuesta, un mal gesto, un desplante, una mala decisión… pero no encuentro nada, y eso es lo que me frustra más aún, porque si mis padres no me hubiesen querido tanto, si no me hubiesen metido en un colegio cristiano, si no me hubiesen controlado, quizá al menos, si yo hubiese sido una mala hija, una mala persona, tendría una excusa para justificar todo lo malo que hay en mi vida ahora, pero no es así.
Vivo a corto plazo porque los planes a largo plazo no duran, sobre todo si con la persona que los ibas a hacer no está para compartirlos contigo…
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