Se paró y contempló el vacío de su alrededor. Saltó el muro del puente y se sujetó con ambas manos mirando ese vacío. No había vuelta atrás. Respiró profundamente y sin pensar en nada contó en voz alta: uno, dos, tres y se dejó caer.
Silencio. No vio pasar su vida en imágenes como tantas veces había oído decir. Solo escuchó una risa, su risa, le vino a la cabeza acompañada del momento en el que su padre ponía en la mesa una paella de un color raro, había confundido el azafrán con la canela, dándole un aspecto poco comestible. Recordó también a su madre y su hermana riendo a carcajadas ante la cara de espanto de su padre. Todos rieron sin preocupaciones.
Un golpe seco le cortó la respiración y el recuerdo. Al abrir los ojos vio como le desataban los pies y sintió como caía al agua. Desde el río miró al puente, alto, casi no distinguía las caras de la gente que había en el, aunque tampoco recordaba haberlas visto antes.
Se prometió que la próxima vez que sintiera que no había ninguna salida, que su vida estaba acabada, volvería a hacer puenting.
Tampoco es para tanto…
18 noviembre, 2011 por Tania
No soy tan trágica!!! Pues yo tengo unas ganas de hacerlo… pero no encuentro ningún puente que me guste los suficiente como para tirarme!!
Vaya vaya vaya, me estaba tragando la historia con patatas! menos mal que al final solamente se trata de puenting… yo por si acaso no lo probaré en la vida :p
No soy tan trágica!!! Pues yo tengo unas ganas de hacerlo… pero no encuentro ningún puente que me guste los suficiente como para tirarme!!