Hoy la letra pequeña duele mucho.
Se trata de aquellas palabras que por muy diminutas que se escriban sientan igual de mal que si fueran puestas en una pancarta enorme en plena calle. Hasta hace unos días, exactamente hasta este domingo, siempre me he guardado gran parte de mis opiniones personales, una parte proporcionalmente mayor a lo que digo aunque parezca mentira. Y esto es así porque siempre he pensado que decir todo lo que se siente en un momento sin pararse a pensar en un signo de debilidad, de poco aguante, y algo en lo que tus «menos amigos» pueden cebarse para hacer daño.
Las palabras se las lleva el viento, o eso dicen, por eso mejor no callarse y expresar lo que se siente porque, al fin y al cabo, si a ti te comen por dentro, que al menos se enteren los sujetos de esos pensamientos. A primera instancia, la jugada me ha salido mal, muy mal, las cosas se han torcido tanto que la letra además de ser pequeña ahora está en cursiva.
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